sábado, 15 de septiembre de 2012

Estación Espacial


Estación Espacial


"A la mierda" dijo Marcelle antes de oprimir el gran botón rojo. Inmediatamente hubo un sonido de "hisssss...." y las pinzas del otro lado del casco que sujetaban la cápsula salvavidas se soltaron. Inmediatamente la cápsula comenzó a moverse, alejándose de la compuerta y el casco, con una sutil pero cierta aceleración constante. La cápsula salvavidas escapó de la panza de la estación. Se activaron los pequeños cohetes que tenía a los costados y la aceleración aumentó dramáticamente, alejándose rápidamente de la estación, hacia la negrura del espacio. Con su rostro vacío de expresión Marcelle miró unos segundos por el ojo de buey en la puerta, , y apoyó una mano en ella. Bajó la vista al suelo y susurró. Su voz sonaba cansada, como si hubiera acabado de darse cuenta por completo de algo. "Ya está."


Se dio vuelta, sus músculos doliendo, y apoyó la espalda contra la puerta. Se dejó deslizar hasta quedar sentado en el piso, su confiable barreta roja a su lado. Respiró lentamente: ya todo terminaba. Se perdió en una insoñación, la vista clavada en el piso. Un estruendo lo despertó. Agudizó la escucha, alerta. El estruendo no fue momentáneo, sino que se prolongó y se hizo más fuerte. Primero había sonado como un gran choque entre dos autos, pero ahora sonaba como si alguien estuviera caminando con el sólo propósito de hacer sonar cada paso. A cada momento el ruido aumentaba, ese alguien parecía ser dos, cinco, muchas personas. Corriendo, no caminando, siempre tratando de sacar la mayor cantidad de sonido de cada paso. El sonido seguía aumentando. Fuera lo que fuera, lo que hacía ruido se estaba acercando, o estaba golpeando más fuerte.


Una sirena inundó el corredor de luz roja al tiempo que lloraba "wa. Wa. Wa. Wa. Wa. Wa. Wa. Wa. Wa. Wa...", y una voz femenina se sumó al concierto anunciando calmadamente "compartimiento violado, la atmósfera estéril ya no puede ser garantizada."


Marcelle no se levantó. Sólo se acomodó para observar la esquina en el corredor de la que provenía el ruido, aún sentado. Calmadamente sacó de su bolsillo un aparatito negro con un solo botón rojo. Inconscientemente llevando la vista arriba y a la izquierda, repasó mentalmente los minutos anteriores y estuvo definitivamente seguro de que había dirigido la cápsula salvavidas a la estrella local, como quería. Literalmente, *a* la estrella local. Él no la pudo usar, pero por lo menos su ocupante no ocasionaría más problemas a nadie. Marcelle sonrió. -Ya está-


Al tiempo que la primer mano podrida asomaba por la esquina del corredor, seguida por un brazo con marcas de dientes en la muñeca y tendones al descubierto, Marcelle apretó el botón del aparato que sacara del bolsillo. La estación espacial voló en millones de pedazos, y así, él sólo, Marcelle retrasó dos días enteros la invasión zombie de ese sistema.

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